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  • Edgar Rodríguez

¡Somos la generación que menos sexo tiene!

Actualizado: 3 sept 2019

En contra de todo pronóstico, la "generación Z" tienen menos relaciones sexuales que las generaciones anteriores. Las razones son diversas y complejas, pero se habla ya de una recesión sexual.




Los jóvenes practican menos sexo de lo que se piensa. Menos del que tenían sus padres cuando eran jóvenes. Y menos incluso del que tenían sus abuelos. Al menos, así lo sugieren los estudios. Jean Twenge, psicóloga de la Universidad de San Diego, ha documentado el declive sexual de los norteamericanos. La generación silenciosa (nacidos en los años treinta y cuarenta) fue la más activa en su juventud y, de paso, la que más incrementó la tasa de natalidad. Resultado: las familias numerosas de los años cincuenta a setenta en las que crecieron los baby boomers. Estos bajaron algo el pistón. Pero no tanto como los que tienen ahora entre 18 y 29 años, es decir, el grueso de los millennials y la primera hornada de la generación Z. Casi uno de cada cuatro (el 23 por ciento) no ha tenido relaciones sexuales en el último año.


Twenge apunta como factor decisivo a la disminución del porcentaje de individuos con pareja estable entre los veinteañeros. Pero el asunto es complejo y trae a los expertos de cabeza. Y choca, además, con la idea preconcebida de que en los tiempos de Tinder (aplicación para ligar) y del ‘sexteo’ (el envío de mensajes de contenido sexual) lo de irse a la cama acompañado era más fácil que nunca. Pues no. Incluso los que no duermen solos tienen que competir con el teléfono móvil de su pareja, la tableta o la tele a la hora de captar su atención en el dormitorio. El revolcón puede esperar cuando estás viendo una serie. Total, si solo faltan tres capítulos para acabar la temporada…


LA ‘PROCRASTURBACIÓN’


El fenómeno, como vemos, traspasa fronteras. The Atlantic apunta a un cóctel que tiene varios ingredientes. Uno: los jóvenes prefieren el sexo solitario antes que en compañía. No es tanto que el deseo haya decaído, sino que se prefieren otras maneras de conseguir placer menos expuestas. Se pierden los coqueteos y los besos, sí, pero se ahorran los desengaños y el mal de amores, que, no obstante, son etapas fundamentales en el desarrollo personal.


Los jóvenes prefieren el sexo en solitario que en compañía; no es que el deseo haya desaparecido; es que prefieren formas menos expuestas de conseguir placer


Los que se las saltan suelen estar menos preparados para las vicisitudes de la vida adulta. Ya se habla de ‘procrasturbación’, palabreja acuñada por el psicólogo Philip Zimbardo, que funde ‘procrastinación’ y ‘masturbación’ para aludir al hecho de postergar tareas de más enjundia, incluida la de buscarse pareja, ante el señuelo del porno ubicuo y fácilmente accesible. Japón, cómo no, es el líder en el diseño de muñecas sexuales (e incluso robots) de alta gama. Ha inventado, además, varios géneros de pornografía que, según The Economist, «se alejan cada vez más de lo sexual», entendido como aquello que suele excitar a la mayoría de los mortales. Lo más significativo, añade el semanario, «es que muchos jóvenes de uno y otro género consideran que el intercambio de fluidos al modo tradicional resulta fatigoso o engorroso». Les da pereza.


EL ‘AQUÍ TE PILLO, AQUÍ TE MATO’


Dos: se tienen demasiadas preocupaciones y falta tiempo como para ennoviarse a la edad en la que aprietan las hormonas. La consecuencia es que se ha reducido el número de parejas jóvenes. Cada vez se casa menos gente y los que se casan lo hacen más tarde. Primero hay que terminar los estudios, encontrar un trabajo decente, meterse en una hipoteca… Al principio, muchos observadores explicaban la mengua en los matrimonios por el incremento de la cohabitación entre personas no casadas. Sin embargo, el índice de personas que viven juntas no ha crecido lo suficiente para compensar este descenso: a fecha de hoy, cerca del 60 por ciento de los adultos norteamericanos menores de 35 años vive sin cónyuge ni pareja estable. Las personas que viven en pareja acostumbran a tener mayor número de relaciones sexuales que las que no. Y es evidente que vivir con tus padres no favorece tu vida sexual.

“Ligamos con el primero que pasa porque no sabemos relacionarnos. Y no sabemos relacionarnos porque ligamos con el primero que pasa”, explica una joven

En realidad, el porcentaje de adolescentes que afirma estar saliendo con otros ha disminuido en paralelo al porcentaje que confirma efectuar otras actividades propias de quienes se acercan a la mayoría de edad: trabajar por un salario, irse de casa, sacarse el carné de conducir.



A falta de una pareja estable se recurre al encuentro casual. ‘Aquí te pillo, aquí te mato’. Pero el sexo esporádico es eso… esporádico. Y exige una gran confianza en uno mismo. Y estar dispuesto a asumir el zarpazo en el ego de que te den calabazas. Ante tanta exigencia, hay quien recurre a su círculo de amistades. El ‘follamigo’ sin compromiso. Pero no es fácil alcanzar ese nivel de complicidad.


LAS REDES, NO ES PARA TANTO


Tres: las redes no facilitan las cosas, aunque lo parezca. A no ser que seas guapísimo, las plataformas de ligoteo suelen decepcionar. El último año que Tinder hizo públicas sus estadísticas fue 2014. Se registraron 1600 millones de conexiones diarias. Pero solo acababan en emparejamientos virtuales 26 millones. Es decir, la efectividad era del 1,62 por ciento. Y solo estamos considerando el famoso match, que, por lo general, no va más allá de un intercambio de mensajes. De ahí a quedar en una cafetería, hay un trecho. Y para que la cita acabe en revolcón hace falta poco menos que una carambola cósmica. Además, se ha extendido cierto temor a los malentendidos. Los problemas de violencia y acoso están llevando a que los jóvenes más concienciados se planteen dónde están los límites que conviene no traspasar.

Según los datos de Tinder, en un año hubo 1600 millones de conexiones diarias. Pero solo acababan en emparejamientos virtuales 26 millones. Es decir, la efectividad es del 1,62 por ciento


Una encuesta realizada por The Economist/YouGov señala que el 17 por ciento de los adultos estadounidenses menores de 29 años opina que el hecho de que un hombre invite a una mujer a salir a tomar una copa «siempre» o «generalmente» es muestra de acoso sexual. El porcentaje de los que piensan así es mucho menor entre quienes superan los 30 años.





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