La generación Z y su enemistad con el compromiso
- Edgar Rodríguez
- 31 ago 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 sept 2019
Estoy seguro de que todos recordamos algún momento en el que conocimos a alguien que nos gustó, alguien que nos empezó a gustar mucho mucho, pero antes de conocerle estábamos medio saliendo con otra persona y no quisimos dejar la primera opción por esa nueva carne fresca por miedo a que no llegara a funcionar y en una de esas acabáramos solos.

Pero, por supuesto, igual que la gente con la que nos estamos acostando y quizás compartiendo desayuno, la otra persona tenía varias otras opciones de reserva: gente de la escuela, del antro, de Tinder o simplemente aquellas personas con las que tonteamos por Whatsapp cuando nos aburrimos. En general estas son personas que no descartaríamos por completo llevarnos a la cama, pero tampoco son nuestra prioridad principal.
El diccionario define al matrimonio como una institución social, reconocida como legítima por la sociedad, que consiste en la unión de dos personas para establecer una comunidad de vida. Casarse es una decisión muy importante para las personas. Pero ¿y si nadie se quiere casar?

La facilidad que ofrecen las redes sociales y aplicaciones de citas han aumentado nuestra posibilidad de encontrar a alguien, al tiempo que han minimizado nuestro ansiedad por quedarnos con una pareja estable.
Hay algo de aterrador en ese momento en el que conoces a alguien que te gusta de verdad, con quien te llevas bien, te atrae sexualmente y puedes ver como tu pareja.
¿Y si te hace daño? ¿Y si le tomas cariño demasiado rápido? ¿Y si no te corresponde? Nadie quiere ser rechazado y es mucho más sencillo quedarse con esa persona -o personas- que te hacen gracia pero no te encantan.
Pero lo que acaba pasando, como en el mundo de las finanzas, es que cubrimos demasiados frentes, rebajando así el índice de éxito potencial de cada uno de ellos. Damos un poco de nosotros a cada opción y disminuimos nuestras posibilidades en lugar de aumentarlas.

Los jóvenes nos hemos dado cuenta de que nada es para siempre, somos una generación cínica y frívola que no quiere atarse porque vemos que el mundo es demasiado grande -y la vida demasiado larga- para pasarla solo con una persona. Los motivos por los que nos pasa eso, ya dependen de cada uno, pero lo cierto es que estamos rompiendo con el modelo de pareja tradicional, supongo que porque vemos a nuestros padres divorciándose o durmiendo en camas separadas y no queremos tener esa vida.
Parece que está presente el pánico a hacerse adulto, pero por otra parte, nuestro discurso es mucho más honesto: no queremos atarnos a algo si no estamos completamente seguros.
La generación Z ha adoptado la tecnología a primera instancia lo que ha generado en gran medida una dependencia de esta. Estos individuos se encuentran más apegados al mundo virtual que al “real”. En esta generación se ve muy presente la no valoración a los valores familiares. Somos muy individualistas. Creemos vivir fuera de las normas sociales.
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